divendres, 19 de març del 2010

De las llaves a las cerraduras. Del conocimiento emancipador al intelectualismo aristocrático

Una de las luchas que el pueblo llevó con más ímpetu en los últimos 200 años fue la de la alfabetización y la asumpción de conocimientos. Fue una lucha que permitiría a todas las personas emanciparse de la opresión. Durante este proceso siempre hubo escenas divertidas como la de los obreros que rechazaban el sufragio universal, pues al no comprender la palabra sufragio, la traducían por sufrimiento universal (1).

En estos momentos, en occidente, esta lucha pierde importancia pues más del 90% de la población está alfabetizada y puede comprender lo que lee por si misma (la mayor parte de la izquierda se empeña en justificar lo contrario). Y siempre hay quienes se empeñan en seguir marcando diferencias en los niveles de intelectualidad de la gente. Puede ser acuñando neologismos como por ejemplo: "cognitariado" o sin utilizar comas durante 3 párrafos seguidos, o interpelando al "pueblo" sobre cosas que no comparte una experiencia común con el emisario del panfleto de turno. Y si no, podemos llegar a los extremos de los intelectuales, de los intelectuales a los cuales no entiende ni los propios intelectuales, pero que siguen teniendo su propia claca, como Althusser.

Pero volvamos un poco más atrás. Si nos situamos en el contexto de la guerra fría, veremos como muchos de los intelectuales de izquierdas de todas las universidades eran favorables, o como mínimo miraban con buenos ojos todo lo que pasaba al otro lado del telón de acero. Era una gran amenaza, pues los intelectuales, los artistas y los universitarios se veían con admiración por parte de la mayor parte del pueblo trabajador. El '68 francés fué el momento icónico en el que obreros y universitarios se regían por las mismas normas con un frente común.

Sobre el por que no se volverá a dar ese contexto se ha hablado mucho, seguramente todas las teorías que apuntan la connivencia entre la CIA y financiadores como Rockefeller no fallan demasiado. En el mayo francés apuntando a figuras como Dani el Rojo, desde hace unos años eurodiputado. La traición que hizo esta gente pasándose al otro bando. Al fin y al cabo el que caló pués, fué el discurso de la derecha, el mismo que aplican siempre. Los intelectuales son malos, los intelectuales te traicionan, por tanto, extirpa a los intelectuales. Sirve igual si cambias la palabra intelectuales por migrantes.

Pero no podemos culpar de todo al discurso de la derecha. Está claro que los intelectuales jugaron un papel cada vez más activo en su propio descrédito. El alejarse cada día más de la gente, comer caviar ruso en vez de exquisiteces occidentales no era el remedio. Los auditorios de toda esta gente se llenaban cada día más, en parte debido a que cada vez el estado dedicaba más recursos a las universidades, y por tanto había más estudiantes esperando seguir el camino de sus admirados intelectuales.

Esto los convirtió en un ghetto fácilmente aislable y paralizable. Ellos hablaban de que todos tenían que decidir por igual, y tener opiniones por igual, pero los trabajadores veían que los intelectuales, en un mundo de conflictos externalizados al 3r mundo, o latentes, no sufrían riesgos laborales de ningún tipo. Y en cambio, su poder adquisitivo y prestigio iban en aumento, mientras que cada día hablaban de cosas que se identificaban menos con el pueblo llano. Luchadores - intelectuales de primera fila como Guevara eran los menos.

Y esta es la tradición que nos ha llegado a los centros sociales de la actualidad. La tradición de la que sacarle el polvo a un espacio ya es considerado una proeza digna de admiración, y por la cual merecemos ser encumbrados como héroes locales. Pero la impresión sigue siendo la misma, la gente de los alrededores nos sigue viendo como a una panda de niños pijos. La palabra pijo se torna en su función estética cuando llega a los centros sociales (que tiene dinero) y la mayor parte de la gente se esfuerza por sacar (o inventar) su ascedencia humilde, por tanto se olvida completamente el sentido que le da su emisor (que se están aprovechando de él).

Y parte de verdad, siempre hay en ello. Mientras que para pagar un alquiler la mayor parte de la gente tiene que dedicar 5 de sus 8 horas diarias del dinero de su trabajo. La mayor parte de gente que pulula por los centros sociales, si le dedica una hora a la semana a mejorar el espacio lo hace esperando recibir al menos 8 horas de alagos por su gran servicio a la comunidad. Si quieren pueden hacer el paralelismo con los enlaces sindicales, y verán que las reticencias que les tienen muchos trabajadores son igual de parecidas.

Y así los centros sociales se convierten en los lugares desde donde se proyecta la información que tiene que salvar al mundo. Olvidando completamente todo el imaginario colectivo que constituye el siglo XX. Olvidando las propias premisas de la izquierda (que el conocimiento sin experiencia no es nada). Si no compartimos la experiencia colectiva con la gente, jamás podremos comunicarles nada, y para ello es sumamente importante que nuestros problemas sean comunes. No puede ser que un profesor universitario que cobra 3000 € al mes, haga o no haga trabajo, le diga a nadie lo que tiene que hacer o que pensar. Está claro que todos tenemos que arriegar algo, y ya va siendo hora de que la lucha sea de calidad y no una cuestión de jóvenes que no tienen nada más que hacer.

No puede ser que construir algo en un centro social suponga más trabajo y más dificultades que contruirlo en un centro cívico, y que lo más que puedas ir a hacer a un centro social, sea elucubrar castillos en el aire y hablar. Las alternativas las tenemos ahí mismo. No son tan difíciles de conseguir, sólo hay que quererlo de verdad y trabajar de verdad en ellas, y no sólo hablar y decirles a los demás lo que tienen que hacer.

Está claro, que lo que en un principio sirvió para emancipar al mundo, es lo que hoy sirve de excusa para esclavizarlo. Que los callos en las manos son cosas que también se tienen que compartir.