La antena de Fastenrath parece que es
la movilización que más personas ha congregado en los últimos años
en el Carmelo. Pero éste es un conflicto con capas de matices y
opiniones que se ven sepultadas por una dicotomía poco resolutiva.
1.- El conflicto entre propietarios e
inquilinos se manifiesta con toda su desvirtuación. Un conflicto que
durante años nos han querido vender como de avariciosos propietarios
contra desvalidos inquilinos se desenmascara dejando de lado la cruda
realidad en la que vivimos inmersos en la selva inmobiliaria: la
lucha entre el propietario y el inquilino es menos desigual que la
que existe entre el gran propietario y cualquier otro actor. El más
rico impone su criterio al más pobre, y eso es siempre así y aquí
también, ser propietarios al final tampoco les da la capacidad de
decidir por que la ley tiene un equilibrio desigual. La democracia de
una comunidad de vecinos no es tal cuando un “banco malo” tiene
el stock congelado.
2.- El derecho a la ciudad, como los
vecinos quieren vivir y construir un barrio es un concepto que dentro
de la política urbana es relativamente nuevo pero en Barcelona, no
nos olvidemos, la movilización es la que ha creado los servicios
sociales que tenemos. Así pues, la reivindicación se enmarca dentro
de ese derecho. Quien tiene derecho a decidir como se construye el
barrio? Por otro lado el Carmelo es uno de los barrios con peor
cobertura móvil y 3g de todo Barcelona, y eso es una lacra que hace
del Carmelo un barrio con menos oportunidades. Por ejemplo quien
querría montar una start up en un lugar dónde no hay cobertura en
la mitad de sus calles?
3.- El derecho a la salud comunitaria
definido tanto por los límites que queremos ponerle a las posibles
agresiones exteriores como la mejora de servicios que nos pueden
ofrecer y el revertimiento que para la salud tienen los mismos.
En estos 3 puntos están esbozados los
diferentes choques de derecho que existen.
1.- el derecho de los habitantes de un
edificio a decidir como quieren que éste sea gestionado.
Aunque la ley especifique que si
alguien tiene más de la mitad de los coeficientes, es lícita una
resolución en la que uno se impone al resto de personas? Hay
múltiples ejemplos que podemos ver en los que vemos como las
resoluciones tomadas de forma unilateral (y más en lugares dónde se
combina el propio espacio de seguridad personal) suelen generar
conflictos a largo plazo más difíciles de solucionar y al final muy
costosos conflictos posteriores. Esta situación suele ser entendida
como muy conservadora “mejor no hacemos nada” pero eso es porque
falta la voluntad y la capacidad de gestionar resoluciones de otra
forma.
De hecho el tema de las antenas y la
telefonía móvil en España en general ha funcionado a través de
una suerte de laisse fair en el que las compañías han gozado de una
verdadera libertad que ha podido pactar con quien se ha dejado
seducir. Llegando la tecnología de comunicación gracias a acuerdos
económicos bilaterales y desiguales, sin mayor planificación que la
que la compañía pueda querer. Esto nos lleva a que éstas han
negociado con el estado y por supuesto conseguido potencias más
elevadas que las de la media Europea para poder minimizar las
inversiones en antenas y en costes de negociación colectiva con el
medio.
2.- el derecho de los vecinos a decidir
que servicios y que intereses consideran prioritarios.
El derecho a la ciudad lo hemos
heredado en Barcelona (al igual que en muchos otros lugares) del
pulso de fuerzas. En una sociedad tardofranquista el único medio que
tuvieron los barrios de dignificarse fue a través de coger músculo
y plantar batalla a la situación de falta de participación (y de
planificación en la que vivíamos). Esto nos llevó a una forma de
trabajo en la que la acción, la resistencia y la confianza en los
“intelectuales orgánicos” era clave, tanto para construir el
“sentimiento de barrio” como para conseguir lo que el estado
franquista nos negaba.
La situación actual en cambio, parte
de barrios desestructurados que no tienen un espejo claro donde
mirarse (cuando faltaba alcantarillado era evidente que eso era lo
necesario, pero ahora los intereses son más difusos). La
diversificación de intereses no permite la generación de confianza
ni la posibilidad de la generación de “intelectuales orgánicos”
que suelen ser vistos hoy con recelo.
Los planes de participación por los
que tanto aboga el ayuntamiento u ONGs son principalmente caros,
tanto en horas de vecinos como en presupuestos y no permiten una
reacción rápida. Así pues, la necesidad por generar mecanismos
participativos es evidente en momentos como éste si se desea tener
una buena radiografía de lo que se demanda. Eso quiere decir que no
podemos ir de alerta en alerta si no queda una organización activa
ya que las alertas sólo serán secundadas por aquellas personas que
las vean importantes.
3.- el derecho a la salud comunitaria.
Si miramos cada elemento por separado,
como en el caso de la antena, parece que podemos estar ante un caso
de agresión. Pero la salud comunitaria se basa en observar las cosas
en su conjunto.
Hay un ejemplo muy claro sobre los
vehículos en las ciudades. Que vehículo provoca enfermedades graves
en la salud, genera obstrucciones de tráfico, residuos urbanos
abundantes, y mata peatones como ningún otro? El juego ante estas
preguntas es que la mayor parte de las personas responderíamos el
coche (motor de combustión interna) pero en realidad se trata del coche
de caballos. Cuando las ciudades movían mercancías a caballo y había
muchos caballos la sola gestión de las heces suponía un problema de
grandes dimensiones y un atentado contra la salud pública.
Hoy
día nadie niega la necesidad del vehículo rodado, el cual
estadísticamente está muy probado lo dañino que resulta para la salud.
Algo parecido puede ser el escenario marcado por las antenas, la
radiación electromagnética, de hecho, está presente en todos los lugares
incluso antes de la telefonía sin hilos. Sin tener si quiera pruebas de
la relación de ésta con el cáncer el artículo de Agustín Bocos lo que
propone es una rebaja en las potencias de las antenas, aumentando por
ello el número de antenas para mantener el servicio. El debate sobre
salud comunitaria quizás debería ir en ese sentido. Recordemos también que hoy
día morimos más de cáncer también porque vivimos más años y quizás por
que estemos más expuestos. Pero en general vivimos más años y con mayor
calidad de vida.
Es
así que a la hora de definir nuestra posición sobre las cosas habremos
de ampliar el espectro de visión que tenemos sobre las mismas.
La
relación por ejemplo de pérdida de personal sanitario en el barrio y
los cierres de plantas de hospital tienen una consecuencia directa y
inequívoca sobre la salud de las vecinas y en cambio suscita menos
alarma que una antena que como poco es de controvertida interpretación.
No pretendo dar lecciones a nadie sobre que es más importante, cada cual generará sus prioridades, y las mías no tienen porque ser menos o más válidas, pero obviamente al calor de los datos como los publicados por magonia y viendo las consecuencias derivadas del tema deberíamos como poco poder tener un debate en abierto sobre el tema.