diumenge, 24 de maig del 2015

Esos intocables profesores de la pública

Ante el aluvión continuado de críticas al profesorado de la pública, seguro que bien merecidas muchas de ella, me surge la necesidad de ver esa tan intencionada crítica desde la perspectiva de como se gestiona eso en otros colectivos.

Básicamente se les critica por ser funcionarios y el hecho de que no se les puede despedir a no ser de que hagan alguna falta muy grave. Es curioso que nadie se pare a explicar como funciona eso mismo en los colegios concertados católicos.

Yo tampoco conozco un aluvión de expedientes sancionadores hacia los profesores de la privada. En concreto mi experiencia en La Salle Comtal es la de

- estampar la cara a un niño contra una mesa y reventarle la nariz - sin consecuencias
- sacar a los niños de las orejas estirando y dándoles patadas al mismo tiempo - sin consecuencias
- jactarse de haber llegado a ser profesor porque era entrenador de básquet y no tenía ni idea de ser profesor pero como era coleguita - sin consecuencias
- empezar el mismo año que da la primera clase de inglés a recibir él mismo clases de inglés - sin consecuencias
- llegar borracho a clase día sí, día también - sin consecuencias
- dedicar las horas lectivas a explicar historias de juventud (más del 50% de las horas lectivas) - sin consecuencias
- promover el bullying creando motes ofensivos hacia los alumnos - sin consecuencias
- ridiculizar a los niños que no querían jugar fútbol por ser mariconas - sin consecuencias.
- formar parte del entramado del Palau de la música para hacer un hotel en sus instalaciones - sin consecuencias
- expulsar a los niños que tras 4o EGB no se habían bautizado - sin consecuencias
- cobrar cuotas altísimas del AMPA y desviar los fondos hacia el colegio de forma opaca - sin consecuencias

vamos que esto es un catálogo que a bote pronto recuerdo sobre lo que allí pasaba, de todo el catálogo de profesores que eran lo más vago y lo más inútil que he conocido dando clase, no conocí que a ninguno se le expulsara ni expedientara, así pués, la receta contra esos "malvados" profesores de la pública es la de poderlos despedir con más facilidad? seguro?

Yo seguiré en mi posición de que el problema es el corporativismo, y está inserido tanto en la pública como en la privada. Estoy bastante convencido de que es más fácil despedir a un profesor de la pública que a uno del Opus Dei.

dimecres, 11 de març del 2015

La antena de la discòrdia

La antena de Fastenrath parece que es la movilización que más personas ha congregado en los últimos años en el Carmelo. Pero éste es un conflicto con capas de matices y opiniones que se ven sepultadas por una dicotomía poco resolutiva.


1.- El conflicto entre propietarios e inquilinos se manifiesta con toda su desvirtuación. Un conflicto que durante años nos han querido vender como de avariciosos propietarios contra desvalidos inquilinos se desenmascara dejando de lado la cruda realidad en la que vivimos inmersos en la selva inmobiliaria: la lucha entre el propietario y el inquilino es menos desigual que la que existe entre el gran propietario y cualquier otro actor. El más rico impone su criterio al más pobre, y eso es siempre así y aquí también, ser propietarios al final tampoco les da la capacidad de decidir por que la ley tiene un equilibrio desigual. La democracia de una comunidad de vecinos no es tal cuando un “banco malo” tiene el stock congelado.

2.- El derecho a la ciudad, como los vecinos quieren vivir y construir un barrio es un concepto que dentro de la política urbana es relativamente nuevo pero en Barcelona, no nos olvidemos, la movilización es la que ha creado los servicios sociales que tenemos. Así pues, la reivindicación se enmarca dentro de ese derecho. Quien tiene derecho a decidir como se construye el barrio? Por otro lado el Carmelo es uno de los barrios con peor cobertura móvil y 3g de todo Barcelona, y eso es una lacra que hace del Carmelo un barrio con menos oportunidades. Por ejemplo quien querría montar una start up en un lugar dónde no hay cobertura en la mitad de sus calles?

3.- El derecho a la salud comunitaria definido tanto por los límites que queremos ponerle a las posibles agresiones exteriores como la mejora de servicios que nos pueden ofrecer y el revertimiento que para la salud tienen los mismos.


En estos 3 puntos están esbozados los diferentes choques de derecho que existen.


1.- el derecho de los habitantes de un edificio a decidir como quieren que éste sea gestionado.

Aunque la ley especifique que si alguien tiene más de la mitad de los coeficientes, es lícita una resolución en la que uno se impone al resto de personas? Hay múltiples ejemplos que podemos ver en los que vemos como las resoluciones tomadas de forma unilateral (y más en lugares dónde se combina el propio espacio de seguridad personal) suelen generar conflictos a largo plazo más difíciles de solucionar y al final muy costosos conflictos posteriores. Esta situación suele ser entendida como muy conservadora “mejor no hacemos nada” pero eso es porque falta la voluntad y la capacidad de gestionar resoluciones de otra forma.

De hecho el tema de las antenas y la telefonía móvil en España en general ha funcionado a través de una suerte de laisse fair en el que las compañías han gozado de una verdadera libertad que ha podido pactar con quien se ha dejado seducir. Llegando la tecnología de comunicación gracias a acuerdos económicos bilaterales y desiguales, sin mayor planificación que la que la compañía pueda querer. Esto nos lleva a que éstas han negociado con el estado y por supuesto conseguido potencias más elevadas que las de la media Europea para poder minimizar las inversiones en antenas y en costes de negociación colectiva con el medio.


2.- el derecho de los vecinos a decidir que servicios y que intereses consideran prioritarios.

El derecho a la ciudad lo hemos heredado en Barcelona (al igual que en muchos otros lugares) del pulso de fuerzas. En una sociedad tardofranquista el único medio que tuvieron los barrios de dignificarse fue a través de coger músculo y plantar batalla a la situación de falta de participación (y de planificación en la que vivíamos). Esto nos llevó a una forma de trabajo en la que la acción, la resistencia y la confianza en los “intelectuales orgánicos” era clave, tanto para construir el “sentimiento de barrio” como para conseguir lo que el estado franquista nos negaba.

La situación actual en cambio, parte de barrios desestructurados que no tienen un espejo claro donde mirarse (cuando faltaba alcantarillado era evidente que eso era lo necesario, pero ahora los intereses son más difusos). La diversificación de intereses no permite la generación de confianza ni la posibilidad de la generación de “intelectuales orgánicos” que suelen ser vistos hoy con recelo.

Los planes de participación por los que tanto aboga el ayuntamiento u ONGs son principalmente caros, tanto en horas de vecinos como en presupuestos y no permiten una reacción rápida. Así pues, la necesidad por generar mecanismos participativos es evidente en momentos como éste si se desea tener una buena radiografía de lo que se demanda. Eso quiere decir que no podemos ir de alerta en alerta si no queda una organización activa ya que las alertas sólo serán secundadas por aquellas personas que las vean importantes.


3.- el derecho a la salud comunitaria.

Si miramos cada elemento por separado, como en el caso de la antena, parece que podemos estar ante un caso de agresión. Pero la salud comunitaria se basa en observar las cosas en su conjunto.

Hay un ejemplo muy claro sobre los vehículos en las ciudades. Que vehículo provoca enfermedades graves en la salud, genera obstrucciones de tráfico, residuos urbanos abundantes, y mata peatones como ningún otro? El juego ante estas preguntas es que la mayor parte de las personas responderíamos el coche (motor de combustión interna) pero en realidad se trata del coche de caballos. Cuando las ciudades movían mercancías a caballo y había muchos caballos la sola gestión de las heces suponía un problema de grandes dimensiones y un atentado contra la salud pública.
Hoy día nadie niega la necesidad del vehículo rodado, el cual estadísticamente está muy probado lo dañino que resulta para la salud. Algo parecido puede ser el escenario marcado por las antenas, la radiación electromagnética, de hecho, está presente en todos los lugares incluso antes de la telefonía sin hilos. Sin tener si quiera pruebas de la relación de ésta con el cáncer el artículo de Agustín Bocos lo que propone es una rebaja en las potencias de las antenas, aumentando por ello el número de antenas para mantener el servicio. El debate sobre salud comunitaria quizás debería ir en ese sentido. Recordemos también que hoy día morimos más de cáncer también porque vivimos más años y quizás por que estemos más expuestos. Pero en general vivimos más años y con mayor calidad de vida.

Es así que a la hora de definir nuestra posición sobre las cosas habremos de ampliar el espectro de visión que tenemos sobre las mismas.

La relación por ejemplo de pérdida de personal sanitario en el barrio y los cierres de plantas de hospital tienen una consecuencia directa y inequívoca sobre la salud de las vecinas y en cambio suscita menos alarma que una antena que como poco es de controvertida interpretación.

No pretendo dar lecciones a nadie sobre que es más importante, cada cual generará sus prioridades, y las mías no tienen porque ser menos o más válidas, pero obviamente al calor de los datos como los publicados por magonia y viendo las consecuencias derivadas del tema deberíamos como poco poder tener un debate en abierto sobre el tema.